A sólo un paso del arranque
Ayer comenzó la última etapa del proceso de puesta en marcha de Atucha II. Tras más de tres décadas, la tercera planta nuclear del país estará generando electricidad para todo el país en la segunda mitad de 2012. Una recorrida por la planta.
Por Tomás Lukin - PÁGINA 12 29/9/2011
Imagen: Luciana Granovsky.
La central nuclear de Atucha II comenzará a comercializar energía en el segundo semestre de 2012 y agregará 710 megavatios al sistema interconectado nacional. Esa potencia equivale al consumo residencial diario de la ciudad de Buenos Aires. Después de 31 años del comienzo del proyecto (ver aparte), la presidenta Cristina Fernández de Kirchner inició ayer el proceso de puesta en marcha. Consiste en la prueba y verificación de los distintos sistemas y sectores de la planta que terminará cuando comience a funcionar el reactor, la producción de vapor y los generadores produzcan energía. Eso será a mediados del próximo año.
Desde que se decidió reactivar la obra en 2006, el Estado invirtió más de 2000 millones de dólares, que se suman a los desembolsos realizados desde que comenzó el proyecto. Es la tercera central nuclear nacional junto con Embalse y Atucha I, que producen 335 y 600 megavatios respectivamente. Según datos del Ministerio de Planificación Federal, las centrales nucleares proveen el 8 por ciento de la energía eléctrica del país y cuando Atucha II entre en funcionamiento la cifra trepará al 10 por ciento. Cuando entre en funcionamiento Atucha II empleará alrededor de 700 personas. Página/12 realizó ayer una recorrida por las instalaciones junto con otros medios antes que CFK iniciara el proceso de puesta en marcha.
La centrales Atucha I y II están ubicadas en la localidad de Lima, en el partido de Zárate, a 100 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Para ingresar es necesario atravesar un amplio estacionamiento donde se acomodan los más de 50 micros, de larga y media distancia, que trasladan diariamente a los trabajadores hacia y desde las instalaciones. Al mediodía los 5000 trabajadores, entre ingenieros, técnicos, obreros y administrativos que desempeñan actividades en la pequeña ciudadela con calles y avenidas de Atucha II, caminan hacia los distintos comedores. Las mujeres son pocas, representan el 10 por ciento del personal actual. “Es una cifra elevada para la industria”, enfatizan los directivos de Nucleoeléctrica Argentina SA (NA-SA), la empresa estatal responsable de las tres centrales nucleares.
La esfera de contención de acero recubierta en hormigón es el edificio que más llama la atención, por sus magnitudes, y también una de las instalaciones con más medidas de seguridad y guardias. Adentro se aloja el reactor nuclear que todavía no está en funcionamiento ni tampoco posee ninguno de los 451 tubos de combustible necesarios para poner en marcha el proceso de fisión de núcleos de átomos de uranio. La central ya recibió el 80 por ciento de las barras de cinco metros de largo que pesan más de 200 kilos y contienen las pastillas de uranio producidas por la firma Conuar, ubicada en Ezeiza. Por ahora, los tubos están alojados en las piletas de 17 metros de profundidad donde por razones de seguridad se ingresa con cubrezapatos y traje. Esos piletones poseen capacidad para guardar 14 años de operaciones.
El grupo de especialistas de NA-SA que acompañan durante la visita no ocultan su emoción y entusiasmo por la finalización del proyecto. Por eso, ante cada consulta o comentario responden y corrigen con precisión y paciencia. El funcionamiento de una central nuclear es similar a una térmica en tanto ambas poseen un generador eléctrico. Para producir energía se necesita que ese generador gire sobre su eje y para eso se utiliza una turbina de vapor. Esas enormes turbinas funcionan impulsadas por el caudal de vapor a presión que, a diferencia de las centrales que utilizan combustibles fósiles, se produce en el proceso de fisión de los núcleos en el reactor nuclear.
Durante el recorrido por la central, los ingenieros hicieron una breve demostración del funcionamiento del eje de 48 metros que conecta las turbinas con el generador. Por unos minutos el eje gira a 60 revoluciones por minuto, impulsado por los motores diésel auxiliares, pero cuando esté en funcionamiento la planta lo hará a 1500 revoluciones por minuto.
El último paso de la visita es la sala de control. Un ambiente amplio con consolas, monitores y tableros similares a los que rodean a Homero Simpson en su trabajo en la planta nuclear de Springfield. En los últimos años, la central incorporó otros dispositivos de seguridad con tecnología digital más avanzada. Desde esa oficina, los técnicos responsables monitorean las diferentes fases del proceso, el reactor y la generación de energía. Pruebas que permitirán que, dentro de un año, la central comience a producir energía.
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