miércoles, 3 de septiembre de 2008

LA ENERGIA NUCLEAR ES UNA CALAMIDAD


Por Dra. Helen Caldicott

La industria nuclear ha lanzado una enorme campaña propagandística para justificar la energía nucleoeléctrica como una panacea para reducir los gases que causan el calentamiento de la Tierra.

Actualmente, el número de reactores nucleares en funcionamiento apenas supera los 440 en todo el mundo. Si, como sugiere la industria nuclear, la energía nucleoeléctrica sustituyera los combustibles fósiles en gran escala, habría que construir 2 000 reactores grandes de 1 000 megavatios.

Teniendo en cuenta que desde 1978 no se ha encargado ninguna nueva central nuclear en los Estados Unidos, esta propuesta resulta poco práctica. Nunca se dice toda la verdad sobre el aspecto económico de la industria nuclear. El Gobierno de los Estados Unidos subvenciona el costo del enriquecimiento del uranio. La responsabilidad de la industria nuclear en caso de accidente está subvencionada — el 98% de la responsabilidad del seguro corre a cuenta del Gobierno federal de los Estados Unidos. El costo de la clausura de todos los reactores nucleares de los Estados Unidos se calcula en 33 000 millones de dólares. Estos costos — más el enorme gasto que implica el almacenamiento de los desechos radiactivos durante un cuarto de millón de años — no se tienen en cuenta al evaluar el aspecto económico de la electricidad nuclear.

Se afirma que la energía nucleoeléctrica no produce emisiones. Nada más alejado de la realidad. En los Estados Unidos, donde se enriquece gran parte del uranio de todo el mundo, incluido el de Australia, la instalación de enriquecimiento de Paducah, Kentucky, requiere la producción eléctrica de dos centrales de 1000 megavatios alimentadas por carbón, que emiten grandes cantidades de dióxido de carbono, gas que causa el 50% del calentamiento de la Tierra.

Asimismo, esta instalación de enriquecimiento y otra que se encuentra en Portsmouth, Ohio, dejan escapar por sus tuberías defectuosas el 93% de las emisiones anuales de gas clorofluorocarbono de los Estados Unidos. La producción y la emisión de gas CFC está actualmente prohibida a escala internacional por el Protocolo de Montreal, porque es la causa principal del agotamiento de la capa de ozono estratosférica. Además, el CFC contribuye también al calentamiento de la Tierra, con un efecto entre 10 000 y 20 000 veces mayor que el dióxido de carbono.

De hecho, el ciclo del combustible nuclear utiliza grandes cantidades de combustible fósil en todas sus etapas: la extracción y el tratamiento del uranio, la construcción del reactor nuclear y las torres de refrigeración, la clausura mediante tecnologías robóticas del reactor intensamente radiactivo, una vez transcurridos entre 20 y 40 años de su vida operacional, y el transporte y el almacenamiento a largo plazo de grandes cantidades de desechos radiactivos.

En resumen, según un estudio realizado en 2004 por Jan Willem Storm van Leeuwen y Philip Smith, la energía nucleoeléctrica produce sólo tres veces menos emisiones de gases de efecto invernadero que las centrales eléctricas modernas alimentadas con gas natural.

Contrariamente a la propaganda del sector nuclear, la energía nucleoeléctrica no es verde, ni, desde luego, tampoco es limpia. Por otra parte, el sector de la industria nuclear menciona rara vez, o nunca, el nefasto asunto de las cantidades enormes de desechos radiactivos que generan los más de 440 reactores nucleares existentes en todo el mundo. Cada reactor nuclear de 1 000 megavatios produce por regla general 33 toneladas anuales de desechos intensamente radiactivos. Ya hay más de 80 000 toneladas de desechos de radiactividad alta que permanecen en piscinas de refrigeración adyacentes a las 103 centrales nucleares estadounidenses, en espera de su transporte a una instalación de almacenamiento aún por determinar. Durante los próximos 25 años, este material peligroso constituirá un blanco atractivo para el sabotaje terrorista en su trayecto por carreteras y líneas de ferrocarril de 39 Estados.

Un estudio de la Academia Nacional de Ciencias demuestra que las piscinas de refrigeración de los reactores nucleares son vulnerables a ataques terroristas catastróficos que provocarían un infierno al liberar enormes cantidades de radiaciones mortales mucho peores que la radiación
producida en el accidente de Chernóbil, en opinión de varios científicos.

El almacenamiento a largo plazo de desechos radiactivos sigue siendo un problema. En 1987, el Congreso de los Estados Unidos eligió el emplazamiento de Yucca Mountain, en Nevada, a 150 km al noroeste de Las Vegas, como repositorio de los desechos estadounidenses de actividad alta. No obstante, posteriormente se ha comprobado que Yucca Mountain no es un emplazamiento adecuado para el almacenamiento a largo plazo de desechos de actividad alta, ya que se trata de una montaña volcánica constituida por piedra pómez permeable y atravesada por 32 fallas sísmicas.

El plutonio es uno de los elementos más peligrosos que se producen en las centrales nucleares. También se utiliza como combustible para las armas nucleares: 5 kg bastan para fabricar una bomba y cada reactor produce más de 200 kg por año. Por consiguiente, en teoría, cualquier país que tenga una central nuclear puede fabricar 40 bombas por año.

La energía nucleoeléctrica deja un legado tóxico a todas las generaciones futuras porque produce gases que contribuyen al calentamiento de la Tierra, porque es mucho más cara que cualquier otra forma de generar electricidad y porque puede causar la proliferación de armas nucleares.

Helen Caldicott, activista antinuclear, fundó y preside el Instituto de Investigaciones sobre Política Nuclear, que advierte de los peligros de la energía nuclear.

Correo-e: hcaldic@bigpond.com

IAEA Bulletin Volume 47, No.1 - Nuclear Reactions - Spanish

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