viernes, 12 de septiembre de 2008

ARGENTINA-CASO URANIO: OTRO HECHO CONSUMADO


Posturas frente a las
posibilidades de explotación
de uranio en La Rioja

deriojanos.com.ar

Con el propósito de contribuir al debate sobre los temas que más preocupan a la sociedad riojana, DERIOJANOS.COM ofrece en esta ocasión la opinión de un reconocido profesional de nuestro medio sobre los proyectos de búsqueda y explotación de uranio en diversas zonas de la provincia. Carlos Alanís es profesor de matemática, física y biofísica en colegios y universidades locales, además es escritor y directivo de la Escuela de Operadores Topógrafos "General San Martín". Su postura es contraria a que se impulse la explotación de uranio, por los riesgos de contaminación del medio ambiente y, por ende, para el ser humano que ello implicaría. "Nadie salió ileso de éstos emprendimientos", advierte y propone que en su lugar se desarrollen otros tipos de energías alternativas.

La historia parece repetirse. Los “intelectuales” de la CNEA han venido a explicarnos la panacea del uranio. Algo parecido ocurrió en el siglo XIX, época en que La Rioja con el cultivo del trigo, la ganadería y sus artesanías podía llegar a autoabastecerse. Hasta que llegó el ferrocarril y con él la explotación de los bosques, la tala desmedida de los árboles genuinos de la zona, la búsqueda ciega e incontrolada de leña y carbón, como así también el abuso sobre los hacheros en relación al trabajo que realizaban.

Nuestro poeta David Gatica recordándonos de que todo árbol es sinónimo de vida, en “Los fundadores del olvido” relata: “No solo caían los quebrachos: también caían los hombres”. Pedro Bazán, autor de “El Fomento económico en La Rioja”, llegó a escribir: “Quien cruza en tren puede ver los efectos de la tala. La vista se extiende a ambos lados, lejos, bien lejos, y sólo puede descansar sobre el inmenso mar de jarillas ondulantes bajo el soplo del viento. Los árboles han desaparecido. ¡Y también las lluvias! Hoy llamamos la atención sobre ésta explotación inicua a fin de que el gobierno le ponga término.”

Parecería que el mundo de las ideas, como los planetas, tiende a la circularidad. Hoy nos quieren hacer creer que con la extracción del uranio la situación social y económica va a cambiar radicalmente como por arte de magia.

Un 11 de febrero de 1939, el físico Niel Bohr publicó un trabajo en el cual explicaba que las dos variedades o isótopos comunes del uranio, el 235 y el 238, se fisionaban de manera diferente y sólo el 235 lo hacía con facilidad y alto rendimiento. Que el uranio tal como viene en la naturaleza, es casi en su totalidad 238, difícilmente fisionable y que sólo hay un 0,7% de uranio 235 fácil de fisionar. Esto significa que si encontramos mil átomos de uranio 238, sólo 7 serán 235, prácticamente nada. Por lo tanto se deben agotar todos los mecanismos para obtener la mayor cantidad de uranio 235. ¿Por qué el uranio 235? Primero, porque presenta mayor disposición para fisionarse y segundo porque un núcleo de uranio 235 libera 200 millones de eV (electrón-volt, medida de energía que se usa en fenómenos nucleares) que en cuentas energéticas no representan nada. No sirve ni para encender una lamparita de velador. Pero ojo, en 235 gramos de uranio hay seiscientos mil millones de billones (6x1023) de átomos; si todos se fisionaran liberarían una energía suficiente como para levantar un millón de toneladas a diez mil metros de altura. Y eso sí que no es pavada!

Ahora bien, ¿ De dónde sale esa energía? Es la que estaba acumulada en el núcleo para mantenerlo amarrado. Recordemos que el uranio 235 tiene 92 protones, que para mantenerlos juntos sin que se rechacen, hacen falta 143 neutrones que son los que ejercen una fuerza nuclear para conservar la estructura del átomo.

¿A dónde se radica para nuestro caso el problema del uranio? Precisamente en su extracción. Por más refinado que sea el método que se utilice, siempre hay un riesgo o una variable de riesgo que demanda la experimentación y que por pequeña que sea puede producir daños irreparables.

Veamos: el uranio es un mineral radiactivo que cuando entra en contacto con el aire, se vuelve inestable y emite ondas radiactivas que dañan los tejidos de seres vivos en forma directa o gradual. Para su extracción en forma abierta se utilizan una gran cantidad de contaminantes radiactivos, gaseosos y líquidos. Entre ellos miles de litros de agua para poder formar una pasta fluída de la cual se obtiene una masa que se denomina pasta amarilla de uranio. Durante este proceso se obtienen otros compuestos llamados secundarios como el selenio, plomo, arsénico, entre otros, que son los que contaminan las napas de aguas subterráneas. Como podemos ver no sólo se utiliza el agua ya sea del mismo lugar de extracción o de zonas adyacentes sino que se corre peligro de contaminar los acuíferos naturales. Aquí hay un doble riesgo: por un lado la utilización desmedida del agua, y contaminación por otro. Como los árboles, el agua también es sinónimo de vida.

Suele suceder que durante el proceso se libere gas radón, que es inoloro pero altamente peligroso, llegando a ocasionar la destrucción masiva de tejidos en un ser vivo. También polvo de uranio, como moléculas de radio o gas radón, el cual puede viajar por acción del viento o por desplazamiento de fluídos de un lugar a otro y con ello aumentar el radio contaminante.
La contaminación por uranio o por desechos de su procesamiento provoca: cáncer de pulmón y piel, trastornos hepáticos, mutaciones en bebés, ceguera parcial y total. Rompe con el ecosistema del lugar produciendo una devastación forestal, pérdida de plumas, piel y pelos en animales, como así también infertilidad y trastornos de comportamiento.

Estimo que podríamos recurrir a otros tipos de energías alternativas, como la eólica, la solar, que como se sabe no producen éstos trastornos.

Lo más grave del asunto es que la contaminación por uranio es acumulativa, sin tiempo de regreso.

No nos engañemos; nadie salió ileso de éstos emprendimientos; esto no se parece a la muerte, es la muerte. No permitamos que nos vuelvan a vender espejitos de colores. No permitamos que nos hagan creer que el progreso sólo pasa por el uranio. No permitamos que la razón sólo esté del lado de ellos. No permitamos que el caso uranio sea un hecho consumado más del cual debamos arrepentirnos todo el tiempo.

Profesor Carlos Alanís
Septiembre de 2008

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