ARCHIVO 2006
Riesgos sanitarios y ambientales del transporte por mar y tierra de residuos radiactivos de alta actividad (como los que irían de Australia a Argentina). Riesgos ambientales y sanitarios del centro atómico Ezeiza 1. El mayor riesgo se daría en el viaje desde Sydney a los puertos de Buenos Aires o Bahía Blanca, pues el combustible agotado, que es residuo de alta actividad a concentración original (HLW), viene en contenedores (obviamente de seguridad) pero sin vitrificación. La única barrera que habría entre el residuo radiactivo y el ambiente es el contenedor. En el viaje de los residuos tratados, desde Buenos Aires o Bahía Blanca a Sydney, el riesgo disminuiría (algo), ya que el residuo radiactivo estaría diluido y vitrificado (LLIL). Recordemos que viene como HLW y regresa como LLIL. 2. El combustible agotado, que insisto, es residuo radiactivo de alta actividad, contiene los productos de fisión. Es lo que hay en el interior de cualquier reactor nuclear, o en las piletas de enfriamiento de un reactor (gran cantidad de radioisótopos de distinta vida media). Los más riesgosos son Cesio 137 (vida media: 30,1 años), Estroncio 90 (vida media: 28,5 años), Iodo 131 (vida media: 8,04 días). También hay Estroncio 89 (vida media 50,5 días), Rutenio 106 (vida media: 368 días), Cesio 134 (vida media: 2,06 años), Plutonio 239 (vida media: 24.390 años, muy tóxico además) y Criptón 85 (vida media: 10,76 años). En general se asume que la riesgosidad de un residuo de alta actividad se extiende por 1.000 siglos. En cuanto a la riesgosidad "crítica" de cada radioisótopo por separado, se estima (con carácter general) igual a la vida media multiplicada por 10. En el caso del Cesio 137 sería vida media x 10 = 301 años o lo que es igual, 3 siglos). En caso de accidente o de atentado terrorista que como resultado produjese la ruptura del contenedor, ese residuo de alta actividad se liberaría al ambiente. Lo peor que puede suceder durante ese accidente o ataque terrorista es que haya fuego y corrientes ascendentes de aire caliente que diseminan los radioisótopos. En general cada envío por barco será (por su contenido en materiales radiactivos) un pequeño Chernobyl. Franck Barnaby, un especialista en temas nucleares, considera que el nuevo reactor de Lucas Heights descartaría por año unos 40 elementos combustibles de uranio-siliciuro. ¿Qué sucede en el ambiente con estos radioisótopos?. Ante todo, matan los seres vivos por su descarga de radiación Gamma (la radiación Gamma penetra los organismos y sus tejidos dañando todo a su paso). En segundo lugar, los radioisótopos liberados al ambiente, además de afectar a los seres vivos con su radiación, ingresan a las cadenas alimentarías. ¿Porqué? Porque químicamente hablando el Cesio 137 es muy parecido al potasio no radiactivo, y el Estroncio 90 al calcio no radiactivo. De allí que el Cesio 137 tienda a almacenarse en músculo y el estroncio 90 en hueso. Ambos se "magnifican" a lo largo de la cadena alimentaria. Recordemos que los materiales radiactivos son peligrosos por su radiación, que incluye partículas Alfa (de escasa penetración pero con un enorme contenido de energía), partículas Beta y rayos Gamma. Los rayos Gamma tienen menos energía que las partículas Alfa, pero son más penetrantes... ¿Como actúan en las células vivas?. En primer lugar, "ionizando" y rompiendo moléculas. En segundo lugar, y esto es muy importante, en cada célula que atraviesan generan radicales libres (oxidantes) en cantidades enormes, y esos radicales libres pueden dañar las membranas celulares y los códigos genéticos. Si los que se dañan en los códigos genéticos de una célula viva son los genes que regulan la división celular, el resultado es una célula sin freno (cáncer). Por eso la radiación ionizante (incluidos los rayos X) es cancerígena. Desde los trabajos de Abraham Petkau, de Canadá, se considera que la radiación es tan peligrosa a altas dosis como a dosis bajas (precisamente por este efecto sobre la generación de radicales libres). Biológicamente no hay ningún nivel seguro de radiación ionizante. 3. Hasta ahora solo hablamos de residuos radiactivos de alta actividad que vienen y que van por barco y eventualmente por las rutas de la provincia de Buenos Aires. Ahora vayamos a los riesgos en el Centro Atómico de Ezeiza. Ahora el Centro Atómico de Ezeiza es una instalación de alto riesgo, porque tiene un área que muy pocos conocen: el "Área Gestión de Residuos radiactivos", que incluye el peligroso "Depósito Central de Material Fisionable Especial Irradiado", donde se almacenan (temporariamente) elementos combustibles irradiados procedentes de reactores de investigación y de producción. Este es un gran depósito de residuos radiactivos de alta actividad (HLW). Aún sin los residuos de Australia este depósito es de alto riesgo. ¿Por qué? Primero, porque tiene residuos radiactivos de alta actividad. Segundo, y esto es clave, porque los sistemas de protección y contención no son tan fuertes como los de un reactor nuclear. Los atentados del 11 de septiembre demostraron lo que puede hacer un Boeing 767. Si se estrellase un Boeing 747 de 397 toneladas de peso con 216.000 litros de combustible, o un Airbus 380 de 560 toneladas con 310.000 litros de combustible, o un Boeing 767 de 179 toneladas con 90.700 litros de combustible, o un Airbus 320 de 77 toneladas de peso con 29.600 litros de combustible, las estructuras del Centro Atómico Ezeiza (Depósito Central) serían rotas y se liberaría el material altamente radiactivo de ese depósito. El fuego del combustible de los aviones facilitaría además la dispersión gracias a las corrientes ascendentes de aire caliente (convectivas). Aclaremos, para que no queden dudas, que ninguna central nuclear puede resistir el impacto deliberado de un Boeing 747 o 767 o de un Airbus 380 cargados de combustible. Los reactores tienen espesores de cemento para resistir el choque de pequeños aviones, no el choque de grandes aviones. Lo repito pues esto es muy delicado: la probabilidad de que un gran avión (mayor de 5,4 toneladas) penetre un cemento de 30,48 centímetros de espesor es del 100% (penetración plena), en un cemento de 45,72 centímetros de espesor es del 100% (también penetración plena), en un cemento de 60,96 centímetros de espesor la probabilidad de penetración es del 83% y en un cemento de 182,88 centímetros de espesor la probabilidad de penetración es del 32%. El motivo por el cual los reactores nucleares (no estoy hablando de plantas de tratamiento o retratamiento) no fueron hechos resistentes para grandes aviones es que los operadores nucleares consideraron siempre que la posibilidad de ocurrencia de una caída de avión sobre una central era tan baja que no compensaba los mayores costos. David Kyd, de la OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica con sede en Viena, Austria) expresó: "Si consideramos el riesgo de un jumbo jet cargado de combustible, es claro que las plantas de energía nuclear no fueron concebidas para soportar su impacto". Esto es una noticia de Associated Press del 17 de Septiembre de 2001. Volvamos a Ezeiza. Como el "Depósito Central de Material Fisionable Especial Irradiado" del Centro Atómico de Ezeiza tiene mucho menos cemento que el edificio de contención de un reactor nuclear (como Atucha I o Embalse), ya podemos sacar conclusiones. Si una central como Embalse no puede resistir plenamente el choque intencional de un Boeing 747 cargado con combustible, mucho (muchísimo menos) podría hacerlo la instalación que hoy tiene la CNEA para almacenar (transitoriamente) elementos combustibles agotados. Y el problema es que Ezeiza está al lado de un Aeropuerto Internacional, esto es, en una zona donde al riesgo de acto terrorista con avión se agrega el riesgo de caída accidental de avión (mucho mayor allí que en la zona de Embalse o de Atucha I). Ahora volvamos a Ezeiza, pero con los residuos radiactivos de Australia. Como habría residuos radiactivos de alta actividad (HLW) agregados a los que ya hay (que para el 2015 serán muchos más), el riesgo se incrementa exponencialmente. Además, al entrar Argentina en el juego internacional de tratamiento (y retratamiento), también aumentará nuestra exposición al terrorismo internacional. El viejo reactor nuclear de Lucas Heights en Sydney (el que pretende reemplazar INVAP) ya estuvo entre los objetivos de la célula terrorista desbaratada por la policía de Nueva Zelandia (los datos están en mi trabajo para la Coalición, ver página Web de FUNAM, www.funam.org.ar). Agregamos ahora otro elemento clave: pasamos a tener un riesgo altísimo, pero en un país donde los presupuestos para prevención y control son reducidos, y donde la situación actual muestra que se reducirán aún más. Esto agrega un factor adicional de incertidumbre. Lástima que las decisiones en este país las tomen personas que pueden ser muy buenos lobbistas de la tecnología nuclear, pero que conocen muy poco de riesgos "actualizados" y mucho menos de efectos biológicos de la radiación y de los materiales inestables (radiactivos) sobre las células, los tejidos, los seres vivos en general y los ecosistemas. Aclaro que lo mío no es una lucha emotiva sinó 1) Técnica y 2) Humana. Co-organicé la Conferencia Internacional de Víctimas de la radiación en Berlín, en 1992, y pude estar en contacto con quienes han sufrido y siguen sufriendo los efectos de la radiación y los materiales inestables. Les menciono apenas un caso para que dimensionen ustedes mismos los riesgos a que nos expone el Acuerdo con Australia: en Goiania, Brasil, el 13 de septiembre de 1987 dos personas extrajeron de su bastidor una fuente blindada, para uso médico, de Cesio 137. La robaron y luego la desarmaron diseminando su contenido. El tamaño de esa fuente era equivalente al de unos pocos granos de arroz. Consecuencias: 4 personas murieron, 20 personas fueron hospitalizadas, se detectó que 85 viviendas estaban muy contaminadas y se evacuó a 200 personas. Como consecuencia del accidente hubo que almacenar 3.500 metros cúbicos de desechos contaminados radiactivamente en un depósito transitorio ubicado a 20 kilómetros de Goiania. No hace falta decirte que lo que está almacenado "hoy" en Ezeiza supera ampliamente el equivalente a unos pocos granos de arroz... (Más datos sobre Goiania en el trabajo del PNUMA "Salvemos el Planeta. Problemas y esperanzas" editado en 1992 (Nairobi, Kenya, 218 p.), o a la propia OIEA (IAEA en inglés): IAEA. 1988. Radiation sources: lessons from Goiania. IAEA Bulletin, vol. 30, n° 4, p. 10.) Por Dr. Raúl A. Montenegro, Biólogo * Queridos amigos: Como ustedes saben, la Cámara de Diputados de la Nación está a punto de aprobar un convenio con Australia que permitirá vender a ese país un reactor nuclear, condicionado al ingreso a la Argentina de los residuos radiactivos que ese reactor produzca. Si bien los residuos volverán a enviarse a Australia una vez acondicionados, ese país se ahorra el realizar en su territorio la parte más peligrosa del proceso nuclear, la cual se haría en la Argentina. El convenio con Australia es importante como antecedente, ya que abriría la puerta para especializar a la Argentina en el tratamiento de residuos radiactivos extranjeros, una actividad que otros países no se atreven a realizar. Lo sugestivo del caso es que los diputados simplemente no quisieron enterarse de los riesgos sanitarios y ambientales que implica esta operación. Para facilitar la aprobación del convenio, el proyecto no fue enviado a las comisiones que se ocupan del medio ambiente y la salud pública, sino solamente a la de Ciencia y Técnica y la de Relaciones Exteriores, las que opinaron de los temas de su especialidad. En esta entrega, ustedes reciben un informe del biólogo Raúl Montenegro sobre los peligros que supone traer al país esos residuos radiactivos. Este informe habla de los temas que los diputados no quieren conocer antes de aprobar ese convenio. Tal vez el desconocimiento les haga más fácil votarlo sin que los persigan ciertos fantasmas por la noche. Un gran abrazo a todos. Antonio Elio Brailovsky * Por Dr. Raúl A. Montenegro, Biólogo
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Defensor del Pueblo Adjunto
de la Ciudad de Buenos Aires
Presidente de FUNAM.
Profesor Titular de Biología Evolutiva en la Universidad Nacional de Córdoba
y Director de la Maestría en Gestión Ambiental, FICES, Universidad Nacional de San Luis.
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